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El fútbol debería ser un deporte de pasión, de emoción y de espectáculo. Pero, lamentablemente, a veces se convierte en un escaparate del odio más irracional. Lo que pasó en el Real Madrid – Real Sociedad de la Copa del Rey es un reflejo de una realidad cada vez más preocupante: el insulto y la violencia verbal en los estadios están descontrolados. Raúl Asencio lo vivió en primera persona.
Carlo Ancelotti lo explicó con claridad tras el partido. Sacó a Asencio en el descanso no solo por la amarilla que había visto en la primera parte, sino porque el jugador estaba afectado por lo que estaba escuchando desde la grada. No es algo menor. No es un simple enfado pasajero. Es la prueba de que, aunque el fútbol sea su trabajo y su pasión, los futbolistas también tienen sentimientos. Y cuando el odio se desata, es imposible jugar con la cabeza fría.
Asencio, hundido por los insultos: “No podía seguir”
Desde el primer minuto, Asencio se vio envuelto en una atmósfera hostil. Se escuchaban gritos hirientes, insultos que nada tienen que ver con la sana rivalidad deportiva. El momento más desagradable llegó cuando, desde un sector de la grada, se entonaron cánticos con la frase “Asencio, muérete”. Un ataque personal inaceptable, que sobrepasó todos los límites.
Ancelotti no se lo pensó dos veces. En el descanso, tomó la decisión de sustituirlo. Podría haber sido simplemente una cuestión táctica, podría haberse escudado en la amarilla que el jugador había recibido en la primera mitad. Pero no. El entrenador italiano fue sincero y reconoció la verdad:
«Lo quité porque tenía amarilla… pero también porque estaba afectado».
Palabras que destapan una realidad incómoda. No es normal que un futbolista tenga que dejar de jugar porque desde la grada le desean la muerte. No es normal que los insultos y el odio sean parte del “espectáculo”. No es normal que los jugadores se vean obligados a aguantarlo como si fuera un “gaje del oficio”. Esto no es fútbol.
Vinicius, el único que dio la cara
Si hubo alguien que no se quedó callado ante la injusticia, ese fue Vinicius Jr. El brasileño, que sabe muy bien lo que es sufrir insultos desde la grada, se acercó al árbitro y le informó de lo que estaba ocurriendo. Un acto de valentía que provocó la activación del protocolo contra el odio, obligando a detener el partido momentáneamente.
Desde la megafonía del estadio y los videomarcadores, se lanzaron mensajes recordando que los insultos y comportamientos ofensivos no tienen cabida en el fútbol. Pero, ¿realmente sirve de algo? ¿Cuántas veces hemos visto esta escena repetirse una y otra vez sin que nada cambie?
Vinicius ha sido una de las voces más activas en la lucha contra la violencia verbal en el fútbol, especialmente en lo que respecta a los insultos racistas. Pero lo que pasó con Asencio demuestra que el problema va más allá: el odio en los estadios no distingue colores, ni nombres, ni clubes. Es una epidemia que nadie ha conseguido frenar.
El Madrid gana, pero el fútbol pierde
En lo deportivo, el Real Madrid logró una victoria por 1-0 gracias a un gol de Endrick, el joven talento brasileño que sigue deslumbrando y demostrando que está listo para marcar una era en el Santiago Bernabéu. El equipo de Ancelotti avanzó a la siguiente ronda, pero el partido dejó más sombras que luces.
Porque la victoria se vio empañada, no solo por el incidente con Asencio, sino también por una nueva lesión muscular de Dani Ceballos. Un golpe duro para el centrocampista, que estaba empezando a recuperar protagonismo en la rotación de Ancelotti y que ahora tendrá que esperar a las pruebas médicas para saber cuánto tiempo estará fuera.
Pero, más allá de lo deportivo, el gran perdedor de la noche fue el fútbol. Porque cada vez que un jugador se ve obligado a dejar el campo por culpa de los insultos, cada vez que el odio se impone sobre el espectáculo, cada vez que un estadio se convierte en un ring de violencia verbal… el fútbol retrocede un paso.
El fútbol necesita un cambio real: ¿Hasta cuándo vamos a tolerarlo?
¿Cuántas veces hemos escuchado la frase «esto siempre ha sido así»? Como si los insultos fueran parte de la esencia del fútbol. Como si estuviera justificado desearle la muerte a un jugador, insultar a su familia o gritarle barbaridades solo porque lleva la camiseta del equipo rival.
No, esto no es fútbol. El fútbol es emoción, rivalidad, pasión… pero nunca odio. Y hasta que los clubes, las instituciones y los propios aficionados no lo entiendan, seguiremos viendo escenas como la de Asencio, jugadores que se van cabizbajos al vestuario, afectados no por el juego, sino por el veneno que se destila desde las gradas.
Ancelotti lo dejó claro: sus jugadores son personas, no máquinas. Si no ponemos un freno a esta situación, el fútbol se convertirá en un espectáculo en el que el talento quedará en un segundo plano y la violencia verbal se convertirá en la norma.
¿Vamos a seguir tolerándolo? ¿O ha llegado el momento de decir basta?
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