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Un partido marcado por la controversia
La vida sigue, gracias a Dios, pero con más impotencia cubierta de aburrimiento y vergüenza. ¿De verdad esto es deporte? Yo no lo creo. La diversión y el entretenimiento que se espera de un juego, de unos momentos de jolgorio y diversión, se han visto empañados por situaciones que van más allá del campo. La final de la Copa del Rey fue un claro ejemplo de ello.
Impotencia ante la situación
Impotencia, porque la política y otros estamentos entran en juego sin que nadie les haya convocado al partido. Antes lo hizo otro equipo con la misma “amenaza” de no jugar la competición al año siguiente, pero todos, o eso espero, saben que la volvió a jugar; gracias a Dios no somos como ellos y el encuentro se pudo jugar. Sin embargo, el ambiente se tornó tenso, y el espectáculo se vio afectado por fuerzas externas que no deberían tener cabida en el deporte.
Un espectáculo vergonzoso
Vergüenza, porque prevalezcan las malas artes en un “simple” partido de fútbol con más de medio país en contra; muchos antis, y muchos amigos de lo que critican cuando les toca a ellos. Ya sabéis, solos contra todo y contra todos. En la rueda de prensa vergonzosa de los árbitros, un periodista preguntó cómo se podían eliminar los vídeos de RMTV. Esa es la libertad de expresión que se tiene en todos los ámbitos que vivimos en este momento; eliminar lo que no gusta.
El VAR y su influencia
El factor humano que también influye en el VAR es solo algo más que se une al antimadridismo de más de medio país, entre antis y envidiosos. Hace ya tiempo, un juez (de esos con toga y estudios) firmó un auto en el que sentenciaba que las imágenes que veía y mostraba el VAR estaban sesgadas. Información que, por supuesto, apenas trascendió. Es más que triste; no encuentro una palabra que se acerque al sentimiento que tengo, que sé que comparten muchos madridistas, aunque quieran decir que somos pocos.
El Balón de Oro y la imparcialidad
Por todo y todos los que van de algo que se defiende a capa y espada a pesar de los pesares. El Balón de Oro ya fue entregado a Yamal, Flick y su Flack en vendas que todos pasan por alto menos nosotros, periodistas como Paco González con su equidistancia que muchos madridistas aplauden porque alaban su “imparcialidad”. ¿En serio eso es imparcialidad? De nuevo, no es lo que yo entiendo como significado de esa palabra.
El pasado que pesa
Los indios que critican nuestro “mal hacer” que ni se acerca a la bota lanzada por un jugador atlético hace años. Más y más imágenes y momentos muy desagradables vividos hace años parecen enterrados, mientras los actos de otros parecen grabados en piedra, una piedra elevada a piedra preciosa y vendida como tal por un Tebas que se ha agenciado con todos los cargos posibles e imposibles a su alcance.
Un árbitro polémico
Otro gran personaje que no puede quedarse sin intervenir es nuestro amigo Iturralde, quien afirmó que a González Fuertes “le quedan tres partidos y si hay un follón gordo, a otros que le queden aún unos años… le quemas”. Y así, señores y señoras, funciona todo, tal y como funcionó y tal y como funcionará. El desasosiego me invade y solo me queda centrarme en lo hecho en la final, porque se hizo.
El desempeño del equipo
Todo en torno al partido fue esperpéntico, antes, durante y después. Tres jugadores expulsados: Lucas Vázquez, Rüdiger y Jude. Sí, Jude, que de nuevo parecía ser el saco de boxeo del rival. Pero oye, juega en el Real Madrid, merecido lo tiene, pensarán muchos, como las críticas a Floper, que no se debe mover en un mundo político y será mejor que vuelva un Boluda de turno.
Tibú estuvo salvador en ocasiones, aunque no muchas, ya que es cierto que no dispararon en demasía. Al igual que Brahim, que demostró ser luz y sombras. No me gustó el planteamiento de Carlo, pero sí muchas actuaciones como la de Modric (incluso sentado en el banquillo), Valverde y Jude, que estuvo excelso en muy buena parte del partido. El equipo culé hizo lo que se esperaba de ellos: aprovechar nuestros fallos en su favor.
Mirando hacia el futuro
Espero que el siguiente Clásico, que se jugará el 11 de mayo, las cosas puedan cambiar. ¿Nos levantaremos a tiempo? Lo espero con todas mis fuerzas. Al final, es un sentimiento que nos une a todos: contra todo y contra todos. Habrá que repetirlo las veces que sean necesarias, porque el Real Madrid siempre vuelve (y más fuerte).
